(De Cuentos para regalar a personas inteligentes de Enrique Mariscal)
Hay personas que se jubilan y que nunca llegarán a descubrir la riqueza y proyección que tenía el trabajo que realizaron durante años. La mirada perdió su amplitud por que seguramente estaba limitada al cumplimiento estricto de las formalidades externas, horarios, exigencias, retribuciones, premios o sanciones.
Conocí en un hospital pediátrico a una jefa de lavandería que cuando doblaba una sábana limpia y planchada, para su distribución en la sala, le decía a la enfermera:
--Cógela con cuidado, envolverá a un niñito enfermo.
Un hombre golpeaba con fuerza una roca, con rostro duro, sudoroso, Alguien le preguntó:
--¿Cual es su trabajo?
--¿No lo ve? Picapedrero------- y agregó con pesadumbre--------: Estoy en prisión y me obligan a hacer esto. ¿Le parece que puedo estar contento?
Un segundo hombre golpeaba con fuerza una roca, con rostro duro, sudoroso, Alguien le preguntó:
--¿Cual es su trabajo?
--¿No lo ve? Picapedrero---------y agregó con pesadumbre-------: Mi abuelo picaba piedras, mi padre lo mismo, yo no puedo defraudar a mi familia ¿Le parece que puedo estar contento con mi actividad?
Un tercer hombre golpeaba con fuerza una roca, sudoroso, con rostro alegre, distendido. Alguien le pregunto:
--¿Cual es su trabajo?
---- ¡Estoy construyendo una catedral!
Que cada uno saque sus conclusiones.
Personalmente, ha sido una semana en la que a un constructor de catedrales lo han hecho sentirse en prisión. Ver como una persona que se llama a si mismo jefe, manipula una situación para obligar a un superior a tomar una decisión. Que al final por tu puesto de trabajo- verdugo- tienes que dar la cara por él… me resultan despreciables los cobardes y los miserables.
En fin, voy a seguir leyendo el libro de: "Controle su mal humor y el de los demás".
Un saludo para nuestros lectores de Stuttgart, Colombia y Venezuela. Me quedo sorprendido de donde nos leen.
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